«El Café de la Ópera, situado ante el Liceo, tuvo antaño por clientes a melómanos que amaban los negocios y a putas que amaban la música. Ahora llenaba sus mesas un público pasajero y desentrenado que vestía “jeans”, no tenía un duro, no entendía de negocios ni de putas, lo cual es imperdonable, y se pasaba la tarde soñando en antañonas tortillas de patatas».
Las calles de nuestros padres
0 comentarios:
Publica un comentari a l'entrada