SlideShow


Veure La Barcelona de Méndez en un mapa més gran
0

El Molino

Extreta del llibre: Permanyer, Lluís.
 El Molino: un segle d'història. Angle, 2009
«Las calles de Salvá y del Rosal, en el Pueblo Seco barcelonés, están separadas, cuando nacen en la línea del Paralelo, por un par de edificios y un solo centro cívico que además es uno de los vestigios del pasado más importantes de Europa: El Molino. Mezcla de cabaret, café concert, nido de poetas en rigurosa descomposición, lonja de contratación de granos al mayor, aceros de Avilés, tabaco de comiso, coches usados y señoritas en situación de prestar servicio.
Es también refugio de erotómanos que buscan entre las coristas a la mujer soñada; de matrimonios primerizos que buscan inspiración para la alegría del primer coito de la primera noche; de matrimonios en fase terminal que buscan excitación para la amargura del último coito (o al menos de su adecuado ensayo) de la que sospechan va a ser su noche postrera. Es casa abierta para estudiantes que llevan años preparando un examen delicadísimo; de campesinos de cercanías que están perdiendo las virtudes de la raza, porque ninguno de ellos imagina ya un dúplex con corista y yegua; de jubilados aún en pie de guerra; de oficinistas maduros que juran que sólo van allí por la música; de realquilados nostálgicos que hicieron el amor una tarde, una vez».

Fotografia de la façana
Extreta del llibre: Els barris de Barcelona.
Vol. II. Enciclopèdia Catalana, Ajuntament de Barcelona, 1997-2000. 
«El Molino, con sus aspas eternamente inmóviles y su escenario que seguramente es el más pequeño del mundo, pertenecía también al universo de Méndez, que muchos años antes había prestado eficacísimos servicios de vigilancia en él, controlando a los que querían estimular manualmente al vecino y a los que no pagaban el “champán de la casa”, o sea, la gaseosa. Ahora Méndez ya no pedía aquel importantísimo servicio porque el importantísimo servicio carecía de estímulos: el público había cambiado, se manipulaba en solitario (o sea, que no tenía el menor interés en ayudar al prójimo), bebía auténtico Codorniu cava y pagaba al menor requerimiento de los camareros, es decir, era un  público carente de emociones, un público que no valía ya tanto la pena».

La dama de Cachemira  


Extreta del llibre: Permanyer, Lluís.
El Molino: un segle d'història.
Angle, 2009



0 comentarios:

Publica un comentari a l'entrada