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Zurich

Façana del cafè
Foto: Jesús Atienza

«Ya no quedaba nada del viejo café Zurich, lugar de nenas al Levi’s, turistas al piojo, poetas en trance de subasta y sindicalistas que redactaban un manifiesto pidiendo la jornada de dos horas. Ahora, con el nuevo café, había unos almacenes asépticos, llenos de últimas novedades, donde cualquiera podía comprar un dentífrico para astronautas y unos sujetadores de tamaño programable con mando a distancia».

El pecado o algo parecido 


Sifó vell
Foto: David Airob
(web: http://www.thewside.com/)

«El médico cruzó la parte final de la calle Pelayo y se metió en el Zurich, viejo café de clientes en paro, de hippies a la roña, de poetas desesperados que esperaban cambiar su último cuaderno de versos por un revólver Colt. Algunos extranjeros despistados contemplaban las estrellas desde la terraza, oh, Barkelona beautiful, mientras los camareros contaban las propinas, rubia a rubia, y maldecían su destino. Arriba, en el altillo, un empresario intentaba convencer a los dos únicos obreros que le quedaban de que las cosas cambiarían cuando su industria entrara en el Mercado Común. Trabajándose un porvenir mucho más inmediato, un periodista trataba de poner cachonda a su acompañante hablándole en rigurosa primicia de la última obra de un filósofo turco».

Crónica sentimental en rojo 




«Nada en especial. Vengo al Zurich muchas noches, muchas. Es el núcleo de sospechosos más importante que hay en la ciudad, y además cae céntrico. Si usted me envía a buscar sospechosos al Tibidabo, ya es otra cosa».

Crónica sentimental en rojo 



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