«Está igual que hace treinta años. Si exceptuamos que ahora hay coches hasta en las copas de los árboles y que las niñas no juegan en la acera como aún jugábamos nosotras. Hay mercerías que pasan de madres a hijas, peluquerías baratas, pequeños colmados de confianza y un par de restaurantes donde los jubilados del barrio comen bien una vez al mes, el día que cobran».
Cinco mujeres y media
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