«La calle de Entenza santificada por una lluvia fina, frente a él el muro de las lamentaciones de la cárcel y a su espalda los portales silenciosos del verano que declina, que ya se va muriendo. Un bar donde el Xirinacs recibía las visitas de sus fieles y ante el que hacía huelga de hambre pidiendo la amnistía, uníos, cristianos rojos del mundo, uníos los que aún quedéis».
Crónica sentimental en rojo
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