«Era una especie en extinción en una placita del Poble Sec, justo un barrio donde no hay placitas. Una barra de mármol instalada por obreros de la Primera República, un espejo con el anuncio de un anís que ya no existe porque el fabricante se bebió las últimas existencias antes de morir. La bandera de un club de fútbol, la enseña de una agrupación coral y la foto póstuma de una dueña a la que en otros tiempos se quiso tirar medio barrio. Las luces eran de neón, las sillas procedían de pisos antiguos, y a un lado imperaba un futbolín al que le faltaban dos jugadores, sin duda expulsados por el árbitro».
Cinco mujeres y media
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